El día que a Gatti le "robaron" la vincha en Comodoro

El genial arquero que falleció este domingo a los 80 años jugó al menos un partido en Comodoro. Fue un amistoso contra Huracán que tuvo su condimento.

Década del 70. Huracán de Comodoro Rivadavia se preparaba para disputar algún torneo Regional de aquellos que llevaban al Nacional y en ese contexto jugó un amistoso con Gimnasia y Esgrima de La Plata. Fue en la vieja cancha del barrio Pietrobelli.

Aquel domingo no cabía nadie más cuando empezó el partido. Y en lo alto del barrio, autos estacionados delataban la presencia de la famosa “familia Miranda” que tanto molestaba al relator Alberto “Cacho” Sedán porque era gente que miraba el partido sin pagar entrada.

Fueron a ver ese amistoso aun los que no eran de Huracán, pero que se sentían atraídos por el excéntrico arquero de pelo largo que hacía goles todas las noches de un arco a otro, en una publicidad de ginebra Bols que era necesaria para tener “smowing”, un neologismo inventado para la ocasión que significaba “tener buena onda”, como la que siempre transmitía Gatti con su estilo, su pelo, la vincha y los coloridos buzos que usaba.

Pero en Comodoro se encontró con alguien que –al menos ese día- le jugó con sus mismas armas. Los que estuvieron dicen que se trató de Jacobo Pichintinez, pero que en realidad el puntero derecho fue el que mejor interpretó lo que esperaba la gente: un show a la altura del visitante.

Gatti atajó en el primer tiempo en el arco que daba a la calle Saavedra y tras una intervención que lo llevó a arrojarse al suelo y en la cual se produjo un tumulto, surgió Pichintinez con la vincha del “Loco” mostrándosela a los hinchas que estaban en la tribuna de la 12 de Octubre. Mientras tanto, en su área Gatti –melena al viento- gesticulaba molesto reclamando lo que le pertenecía. En realidad era un acting de esos que hacían los luchadores de Titanes en el ring. Pero tuvo que apelar a una gorra por algunos minutos, hasta que el árbitro hizo su parte y la vincha reapareció mágicamente detrás del arco del equipo visitante. El jolgorio general duró varios minutos.

Ese día nadie llevó la cuenta de los goles que se hicieron porque lo importante pasaba por otro lado; en el espectáculo que siempre garantizaba Gatti y que en la ocasión tuvo a un impensado coprotagonista.

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