Las crónicas atestiguan que el catamarán “Gandul” fue el primero de su tipo construido en Comodoro Rivadavia. No sólo eso, sino que sus constructores fueron jóvenes sin ninguna experiencia en este tipo de tareas. Informan también que ese catamarán cruzó el Atlántico hasta el Puerto de Palos y que regresó meses después. “Un océano de ida y otro de vuelta”. La experiencia, luego, llegó a las páginas de un libro escrito por Gustavo Díaz Melogno, el impulsor de la aventura. “Gandul a fuerza de sueños”, tal su título, será revisitado en la presentación que el autor llevará adelante en Real Libros este sábado desde las 19.
UN SUEÑO POSIBLE
“Fue el momento en donde todos confluimos y nos encontramos. Hicimos posible lo que no era fácil, ni previsible. No importó quién fue el aprendiz o el maestro, todos teníamos una razón para aventurarnos y aprendimos de la experiencia. Así conseguimos lograrlo, y el universo conspiró para dejarnos pasar”.
Quien pronuncia estas palabras es Gustavo Díaz Melogno, el impulsor de una idea que, para muchos, parecía “descabellada”: construir un catamarán para cruzar el Océano Atlántico y unir Comodoro Rivadavia con el Puerto de Palos en España.
Corría el año 1991, Gustavo ya había pegado un cartel en el Club Náutico Comandante Espora que invitaba a construir un barco y a viajar en él. El proyecto comenzó a avanzar con la participación de varios jóvenes y el aporte de la Administración General de Puertos que facilitó un espacio techado mientras que varios técnicos revisaron los planos del barco y los involucrados comenzaron con la publicación y venta de una revista para financiar y difundir la propuesta.
El esfuerzo realizado por el grupo se cristalizó el 13 de diciembre de 1991 cuando el catamarán, bautizado como “Gandul”, fue botado al mar. Así, sus creadores (Gustavo Díaz Melogno -su esposa en aquel momento Ofelia García de Díaz, sus hijos Ignacio Díaz y Facundo Díaz-; Felipe García Tommasi, Rodrigo Barrera, Graciela Escudero, Víctor Correia, Javier Gil, Guillermo Villa, Conrado Nürnberg, Analía Pinelli, Federico García Tommasi, Adrián Callejón, Ignacio Maricich, Jorge Quintana, y Nicolás Bahl) celebraban el trabajo realizado durante más de un año.
El velero contaba como características con 10,50 metros de eslora, una manga de 6,50 metros y un calado de un metro. Tenía un motor fuera de borda de 35 HP (que luego sería cambiado por uno de cuatro tiempos y 40 HP) y disponía del espacio necesario para que diez personas pudieran navegar con las comodidades del caso.
EL GRAN VIAJE Y UN LIBRO
El “Gandul” inició su primera gran aventura el 23 de febrero de 1992. Partió desde Comodoro Rivadavia hasta Puerto de Palos, en España, donde se realizó una actividad que incluyó la presentación del velero en la Expo Sevilla 92 y compartió espacio con las réplicas de las carabelas que utilizó para navegar Cristóbal Colón.
Luego, los tripulantes emprendieron la vuelta en noviembre de 1992 pasando por la costa de Brasil hasta arribar el 24 de abril de 1993 al puerto de Comodoro. Ese día, tal como había ocurrido en la partida, miles de personas se acercaron para darle la bienvenida a los navegantes.
Parte de esta epopeya la cuenta el mismo Gustavo Díaz Melogno en el libro “Gandul a fuerza de sueños”, que tuvo su primera edición en 1998. Desde las reparaciones hasta la adaptación de los navegantes que convivían como una familia; racionar el uso del agua potable y la comida en altamar, respetar turnos de guardia de navegación y cocina; bañarse en alta mar o en la cubierta bajo la lluvia o estudiar y tener la templanza necesaria para afrontar una tormenta.
Y este sábado 11 de enero a las 19, en Real Libros, Gustavo Díaz Melogno retomará aquella experiencia y compartirá con quienes se acerquen al local de San Martín 945 anécdotas y recuerdos para darle marco a la nueva presentación del libro “Gandul a fuerza de sueños”.
“Sé que fuimos afortunados. Tuvimos la suerte de que se diera, y a la distancia tenemos que ser conscientes de que, aunque no lo hubiéramos logrado, valía la pena intentarlo. Porque eso es lo que cuenta. La persistencia es un gran valor, el resultado final depende de muchos factores, y no todos están en nuestras manos”, reflexiona Gustavo 33 años después de la epopeya.