Un influencer murió por los desafíos gastronómicos

Tenía 24 años y la obesidad por sus atracones en vivo –horas comiendo sin parar-- lo habían postrado, sujeto a respiración mecánica.

Efecan Kultur fue un influencer turco de 24 años cuya muerte acaba de trascender, víctima de dos adicciones: los atracones de comida online y la compulsión de exhibirlos en el panóptico digital, alimentándose el ego decaído y sus bolsillos para comprar más comida. Corriendo a los tumbos en una invisible rueda de hámster, murió de obesidad. Fue víctima de sus fantasmas interiores y de los aplausos digitales en forma de likes que lo alentaron a autosuperarse, comiendo cada vez más durante horas. Pudo ser el mejor en algo, alcanzando el logro más preciado hoy: fama digital.

A juzgar por los millones de visualizaciones que tiene en YouTube, Instagram y TikTok, devino en figura inspiradora, un emprendedor coronando sueños: rozaba la satisfacción y esta se le escabullía antes de terminar la digestión. Entonces volvía a transmitir y deglutir. A su manera, Efecan trabajaba: algo ganaba con el aporte de sus seguidores que, de alguna manera, alimentaron a su muerte. Paraba la olla a través de lo que entraba y lo que salía por su boca: comida y palabras. Hasta que implosionó por auto-explotación.

COREA DEL SUR EN EL ORIGEN

El origen de esta tragedia está en Corea del Sur, la Meca de este nuevo género de espectáculo posmoderno llamado mukbang que cada streamer produce a solas en su cuarto devenido en morboso coliseo del siglo XXI, donde esos lánguidos gladiadores combaten contra sí mismos hasta vencerse: se inmolan de manera inconsciente.

Este joven había estado tres meses internado por sobrepeso, informó la familia. No tenía fuerza para caminar ni levantarse de la cama y le costaba respirar sin asistencia mecánica. La vida sedentaria le generaba hematomas. El deterioro de su salud iba en paralelo al aumento de su reconocimiento digital. Un mes antes de su muerte, Kultur le dio una entrevista al streamer turco Testo Taylan, postrado en cama: la grasa alrededor de sus globos oculares era tanta, que sus ojos parecían casi cerrados.

En los últimos meses seguía generando contenido –tendría síndrome de abstinencia de no hacerlo— pero ya no se mostraba comiendo en vivo, sino recibiendo terapias físicas y acompañado de su madre.

Pero no podía transmitir en vivo: se quedaba sin aire. Su última publicación en YouTube fue hace ocho meses y en TikTok, el 15 de octubre de 2024. Allí anunciaba que estaba tratando de recuperarse con una dieta hipocalórica con bajo nivel de sal. En otro video se lo ve comer un gran plato de hojas de parra enlatadas.

La familia de Kültür posteó su muerte en la cuenta oficial en TikTok del influencer y organizó una ceremonia fúnebre en la Mezquita de Celaliye. El gobierno usa el caso para crear conciencia sobre el riesgo del mukbang y estudia un proyecto para limitar el acceso a las redes sociales para los menores de 16 años.

LA ESTRELLA DEL “SHOW”

El mukbang nació en Corea del Sur en 2009 cuando aún no existía el neologismo influencer, y luego se globalizó. Comer con amigos es uno de los pasatiempos más enraizados en una sociedad coreana, que tiene cada vez menos tiempo para el relax y las relaciones sociales cara a cara. El 30% de los hogares son unipersonales y millones de surcoreanos cenan solos cada noche, algo que generó el fenómeno del mukbang.

Los protagonistas de esta popular moda son you­tubers que se filman en su habitación mientras comen hablando a cámara. The Diva es la más famosa, pero hay miles en Corea del Sur dedicados al mukbang. Esta treintañera que parece de quince y habla con vocecita de diez, hace su show cada noche a través de Afreeca TV desde Seúl, un portal de canales virtuales.

Miles de solitarios de ambos sexos acomodan su smartphone cada noche sobre la mesa para mirar cual vouyeristas gastronómicos, a esta delgadita muchacha de rasgos afilados y gestos inocentones, que transmite su cena por streaming: de alguna manera todos comen juntos e intercambian compañía digital.

El servicio es gratuito y paga quien lo desee. Afreeca TV vende emoticones que cuestan entre 0,10 US$ y 50 US$. La suma de los aportes le rinde a The Diva unos 9.000 dólares al mes. Pero ella tiene que trabajar duro: entre la cena y el chat posterior se pasa hasta cuatro horas frente a la cámara, incluso los fines de semana. Antes de transmitir prepara la comida y dedica una hora y media al maquillaje y peinado.

Parte del éxito de estas transmisiones es la interacción. En una columna de la pantalla, The Diva ve y permite ver los mensajes que van dejando los espectadores: “¿Cómo puedes comer tanto y estar tan flaca? ¿Qué tipo de aceite usas? ¿Vas mucho al baño?”.

Ella responde de manera oral, masticando con la boca abierta por un micrófono que capta nítido su ruidoso engullir, sus hipos y cuando absorbe los fideos con fuerza, mientras apoya los labios en el borde del plato. Come con chopsticks y se salpica la ropa: “lo que más les gusta es cuando chupo los huesitos del pollo”, dijo.

Según la tradición local, The Diva cocina en un anafe sobre su mesa mientras come: en Youtube se la ve luchando contra los tentá­culos de un pulpo vivo que arroja a una olla de agua hirviendo.

Los fideos, las patas de cangrejo y los tentáculos los corta a brutos tijeretazos. Siempre tiene una exorbitancia de comida en bandejas y levanta platos y bocados para acercarlos a la cámara. Sus videos duran dos horas y algunos tienen 3 millones de reproducciones. En uno se zampa un rojo centollón y su record de glotonería fue cuando se comió treinta huevos fritos, cinco paquetes de sopa y una caja de patas de cangrejo.

A veces The Diva invita a sus padres a cenar y los espectadores tienen la sensación de comer en familia. La popularidad le permitió dejar su trabajo de consultora para dedicarse de lleno al mukbang. En una entrevista declaró que le gusta mucho cenar con decenas de miles de personas a la vez, aunque no le queda tiempo para otra cosa –como tener un novio– y se siente muy sola.

Hoy en día hay unos cinco millones de vídeos de mukbang en YouTube y cuatro en Tiktok. El año pasado murieron dos mukbanguers a causa de sus desafío hiper-gastronómicos. Una fue la joven china Pan Xiaoting, quien colapsó en vivo en julio de 2024 cuando le estalló el estómago en pleno atracón de comida de 10 horas de duración. La autopsia dio que su abdomen estaba deformado y el estómago lleno de comida sin digerir. Con el estallido la comida se le filtró al abdomen. Solía darse festines de 10 kilos de comida y siempre necesitaba más.

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